jueves, 28 de febrero de 2008

ESPIRITUALIDAD AZTECA, ESPIRITUALIDAD UNIVERSAL

ESPIRITUALIDAD AZTECA,
ESPIRITUALIDAD UNIVERSAL

Como este tema pudiera parecer extraño, abstracto, “académico”, sin conexión con la vida y sus problemas concretos, o sin relación con nuestra Resistencia, permítanme comenzar por la conclusión que pondré al final de varias partes... Lo hago con la esperanza de que al adelantar los párrafos conclusivos despierte su interés por todo el tema y la obra que le da sustento:

La importancia de la reflexión e investigación del maestro Rubén Bonifaz Nuño –connotado académico de la Universidad Nacional Autónoma de México- es que de inmediato conduce, por la sabiduría analógica, a correlacionar sus hallazgos con otros semejantes en las áreas de la ciencia, de la filosofía, de la espiritualidad y del arte universales... Es inevitable que nos haga pensar en la cinta de Mobius, en el bing bang primordial, en las nociones físicas actuales del “universo plegado-desplegado” (Bohm), en la holografía, en el método analógico, en la tesis-antítesis-síntesis hegeliana, en las religiones y espiritualidades trinitarias, en el caduceo de la medicina, en la teoría neurológica trinitaria de Mac Lean, etc... Y es también inevitable que uno se llene de asombro, de admiración y de respeto por la sabiduría del ser humano en su conjunto reflejada en estos antepasados nuestros (aztecas y en general indígenas mesoamericanos)...

Si logramos disponer nuestro espíritu, seguramente experimentaremos, con toda claridad y fuerza, lo que Bonifaz Nuño dice experimentar cuando está frente a la Coatlicue (la imagen principal que analizaremos en este trabajo): “Nada hay en ella que pueda ser, para ojos limpios, horripilante o macabro. En ella todo es condensación de poderes, certeza de armonía futura... No creo, por lo demás, que haya nadie que se sustraiga a esa sensación de poder ‘tremendo’ que irradia de la imagen, a tal punto que puede decirse que ante ella no se está frente a la imagen de un dios, sino frente a la figuración de un poder” (Todas las citas, excepto cuando se señala otro origen, son de su libro Imagen de Tláloc)...

Esto que dice el maestro Rubén Bonifaz explica el siguiente texto de Moxó y Francoly en sus Cartas mexicanas de 1805, al poco tiempo de descubierta la hoy llamada Coatlicue: “La estatua se colocó... en uno de los ángulos del espacioso patio de la Universidad, en donde permaneció en pie por algún tiempo, pero al fin fue preciso sepultarla otra vez..., por un motivo que nadie había previsto. Los indios, que miran con tan estúpida indiferencia todos los monumentos de las artes europeas, acudían con inquieta curiosidad a contemplar su famosa estatua. Se creyó al principio que no se movían en esto por otro incentivo que por el amor nacional, propio no menos de los pueblos salvajes que de los civilizados, y por la complacencia de contemplar una de las obras más insignes de sus ascendientes, que veían apreciada hasta por los cultos españoles. Sin embargo se sospechó luego, que en sus frecuentes visitas había algún secreto motivo de religión. Fue pues indispensable prohibirles absolutamente la entrada; pero su fanático entusiasmo y su increíble astucia burlaron del todo esta providencia. Espiaban los momentos en que el patio estaba sin gente, en particular por la tarde, cuando al concluirse las lecciones académicas se cierran a una todas las aulas. Entonces, aprovechándose del silencio que reina en la morada de las Musas, salían de sus atalayas e iban apresuradamente a adorar a su Diosa Teoyaomiqui. Mil veces, volviendo los vedeles de fuera de casa y atravesando el patio para ir a sus viviendas, sorprendieron a los indios, unos puestos de rodillas, otros postrados... delante de aquella estatua, y teniendo en las manos velas encendidas o alguna de las varias ofrendas que sus mayores acostumbraban presentar a los ídolos. Y este hecho, observado después con mucho cuidado por personas graves y doctas..., obligó a tomar, como hemos dicho, la resolución de meter nuevamente dentro del suelo la expresada estatua”...

Reflexionemos un poco en el texto, más allá del notorio desprecio extranjero de estos autores ante nosotros y lo nuestro: ¿Cómo fue reconocida esta imagen -que llevaba más de dos siglos oculta bajo la tierra-, que de inmediato volvieron a rendirle culto? ¿De qué manera se había conservado en ellos la noción de su carácter venerable? ¿Por qué decidían los indios acudir, violando estrictas prohibiciones y, posiblemente, exponiéndose a ser castigados, a venerar esa imagen? Seguramente, porque en la magna imagen no veían algo horrible, sino una presencia salvadora; porque no iban a someterse a un destino sin piedad, sino a intentar salvarse de aquel que los colonizadores les imponían. Miraban allí una presencia en donde encontraban lo perdido durante tantos años: el sentido de su propia dignidad, de su papel primordial en la estructura del mundo... Algo muy superior veneraban, muy cercano a ellos, muy suyo, que no entendieron entonces los extranjeros y que siguen sin entender hoy los “mexicanos” con el corazón extranjero...


No puede evitarse, entonces, que, si se miran y se reflexionan con el ser profundo –y no sólo con los ojos, y menos con nuestros prejuicios- estas obras de la sabiduría-espiritualidad aztecas y mesoamericanas, tengamos que concluir, con los mexicanos que aún tienen un fuerte corazón azteca-olmeca-tolteca, y junto con Bonifaz Nuño, contrariamente a algunos autores a quienes él rebate con toda claridad y a muchos hombres y mujeres nacidos en México que desprecian la cultura mexicana: Tiene el hombre un papel esencial en el devenir universal. Pero en realidad, esta colaboración humana se sitúa por encima de una simple alianza en la batalla contra el mal... El hombre no es un simple aliado. Es el motor de la fuerza creadora del mundo. Esto es lo que representan, en este aspecto, las imágenes de Tláloc... El hombre central, y, junto a él, los contrarios divinos, que ya dejaron de oponerse y, junto con él, han constituido la tríada inicial de la cual todo ha de tener nacimiento... Nada se crea en el mundo sin la intervención del hombre; sin él, los dioses quedan inmóviles o en peligro de destruirse mutuamente; no hay necesidad trágica, sino gozosa y libre acción conjunta; no hay maldad: no puede haberla en el impulso que habrá de engendrar el mundo... Y si no hay maldad ni destino implacable ni insignificancia, no habrá posibilidad de que exista pesimismo... En todas las imágenes de Tláloc existe el reconocimiento de la estructura humanista del mundo. La voluntad, la idea, el sentimiento de respeto y veneración del hombre por sí mismo y su propia grandeza, por su dignidad, que se consuma al revelarse como fuente de la acción creadora de los principios divinos... Nada existiría si el hombre no existiera, nos dicen las imágenes de Tláloc; únicamente por obra de la presencia humana, adquieren los dioses la potestad de construir, ligándose con él, la realidad del mundo”...

¿Podría saberse-decirse-vivirse algo más grande en un pensamiento y en una cultura?

Deseando que esta conclusión adelantada les haya abierto el apetito por el tema, comenzamos:

Con base en un conjunto de monumentos y esculturas prehispánicos (especialmente Coatlicue y Tláloc),

y en correlación con un importante manuscrito francés (Histoyre du Mechique),

a su vez traducido de un original náhuatl, el connotado académico de la Universidad Nacional Autónoma de México Rubén Bonifaz Nuño señala:

Tal vez así llegue a admitirse que aquellos hombres no eran los ‘primitivos’ adoradores de la lluvia, preocupados sólo por la abundancia o la pérdida de sus cosechas, por la posible fertilidad de la tierra, sino que tenían un conocimiento metafísico de lo existente... Un concepto del mundo que hiciera explicables sus cualidades de grandes matemáticos, astrónomos, ingenieros, arquitectos, escultores que, paradójicamente, les son reconocidas de manera universal”...

Se supone lícitamente que contaron con una sabia organización social, bien jerarquizada, sustentada en sólidos principios morales, de acuerdo con los cuales la vida en común se desenvolvía ordenada y segura... Se sabe que hablaban lenguas copiosas con que se podían expresar conceptos de máxima abstracción; lenguas suficientes a contener, directa y metafóricamente, las finuras y la solidez del lenguaje de la ciencia, de la filosofía, de las manifestaciones poéticas... Todo eso y más, que no sería fácil enumerar aquí, se admite por todos, como cosa evidente y probable... Y todo eso puede sintetizarse diciendo que se admite sin duda que los antiguos habitantes de Mesoamérica eran hombres sabios, capaces intelectual y moralmente, conocedores de sí mismos y del mundo que los acogía”...

(El tema continuará próximamente)

Álvaro, Diácono apasionadamente mexicano en Resistencia

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